martes, 29 de marzo de 2011
Cap8.- El latido negro- 2da parte
Pasaron diez días desde que Eren se quedara sola aquella primavera. Tenía menos tiempo para jugar con Shyl porque debía procurarse su propio alimento ahora que su hemano no estaba. No obstante, tenía un sistema de trampas para cazar que no fallaba jamás.
Un mes entero, y la niña empezó a preocuparse, porque si bien su hermano había tenido períodos de ausencia antes, jamás se habían extendido tanto. Por otro lado, la temporada fría se acercaba rápidamente y prácticamente no quedaba nada de leña. Eren juntaba ramas en el bosque, pero no tenía fuerza suficiente para talar un árbol como hacía su hermano.
Una tarde, luego de cazar, decidió visitar nuevamente el centro del bosque, con la esperanza de matar un poco el aburrimiento. Antes de llegar, percibió algo: una vibración en la tierra, que iba creciendo conforme ella se acercaba. Prudente, fue avanzando de a poco, escondiéndose entre los árboles y haciendo el menor ruido posible. Algo oscuro y enorme dormitaba ahí delante. Aún ante la escasa luz que se filtraba por el denso follaje se podía ver... era tan grande como la cabaña, pensó Eren.
No le pareció hostil, sin embargo, de manera que se acercó hasta casi poder tocarlo. Era alguna criatura increíblemente antigua, alada, y negra como la noche. Su pecho se inflaba y desinflaba al ritmo del latido que hacía vibrar el suelo. Shyl, la loba, temblaba en sus brazos. Eren estiró el brazo y acarició la lisa y áspera piel de la criatura, que abrió rápidamente los ojos, verdes y enormes. La niña no retrocedió mas que para dar lugar a la bestia que se erguía eternamente, hasta tapar las copas de los árboles con su inmenso cuerpo. El latido se hizo mas veloz, y finalmente el monstruo desplegó sus enormes alas y levantó el vuelo, agitando los árboles y arrancando algunas ramas.
Eren estaba muy emocionada por su descubrimiento esa noche mientras cenaba en la cabaña, y decidió que volvería al día siguiente. Dejó sobre la mesa un montón de agujas de pino para Seirus, de las que solo crecían en el corazón del bosque, para que si por ventura volvía, supiera adonde había ido ella. Pero Seirus no regresó, y Eren pasaba mucho tiempo en el centro de la espesura, dónde lo único que rompía el silencio era el latido rítmico de la bestia.
La niña había descubierto, además, que mientras el resto del bosque mudaba su color verdoso por el amarillo amarronado, el centro permanecía húmedo y cálido. Decidió que pasaría allí el invierno de ser necesario. El enorme animal negro dormía la mayor parte del tiempo, pero a veces despertaba como acechado por el hambre y levantaba vuelo sin previo aviso. Eren lo había observado también cazar, silencioso y veloz, cosa que resultaba sorprendente dado su gran tamaño. De alguna manera, no agitaba siquiera las hojas al moverse, y se fundía con las sombras hasta el momento de atacar.
El animal, al que Eren había bautizado "Vesper" recordando una de las historias de las que su hermano le contaba, rara vez reparaba en la niña.
Para cuando llegó nuevamente la primavera, Eren se había acostumbrado tanto a la semi-penumbra de su refugio en el centro del bosque que decidió que no volvería a la cabaña: Imploró a los dioses, sin embargo, que su hermano se encontrara bien, donde fuera que estuviera.
Cap8.- El latido negro- Primera parte
La niña se encontraba en los alrededores de la cabaña, jugando. Por la mañana, desobedeciendo a su hermano, había ido hasta el corazón mismo del bosque y no había sentido miedo. "No había nada interesante a fin de cuentas" pensaba mientras acariciaba a Shyl, la cría de lobo que su hermano le había regalado para su cumpleaños.
De pronto, cargando algunas ramas gruesas, emergió del bosque. "Hola Sei!" saludó Eren.
Llevaba, atada a su espalda, la piel de un león. Pensaba hacer de ella un abrigo para la pequeña, qué, con suerte, le duraría un par de años si no crecía mucho.
Todos los días al despuntar el alba, Seirus partía con su hacha (Eren la describía como enoooorme, e intentaba a menudo levantarla con los dos brazos, sin éxito) al misterio del bosque, y volvía al anochecer con comida, madera, y muchas veces, pieles para hacer abrigos.
Los inviernos allí eran muy duros, y la provisión de madera recogida durante toda la estación cálida podía acabarse en las pocas semanas en las que nevaba.
Mientras tanto, Eren pasaba todo el día sola (aunque ahora, decía, tengo a Shyl para que me cuide) explorando el bosque. A su corta edad, lo conocía tan bien que le era imposible perderse: conocía cada árbol y cada sonido. Sabía reconocer el cambio en el canto de las aves si se acercaba algún oso, podía sentir la llegada de la lluvia horas antes de que ocurriera, y tenía un sexto sentido, tal vez como herencia de su sangre élfica, para el peligro.
Normalmente, todos los lugares por los que transitaba mientras jugaba bullían de vida, ya fuera en las copas de los árboles o bajo tierra. Pero el centro del bosque, que según su hermano era peligroso, le había parecido tristemente aburrido. Nada habitaba allí, ni pájaros ni bestias, y era muy oscuro y húmedo. No la había impresionado demasiado.
Esa noche, mientras cenaban, pensó en contárselo a Seirus, pero algo en su rostro le llamaba la atención: Estaba un poco sombrío, y casi no habían hablado desde la mañana. Normalmente él le contaba alguna historia de cuando vivía en Syrtis, para hacerla dormir, esa noche, sin embargo, no hubo cuentos, y tampoco los hubo durante las noches siguientes.
Al mismo tiempo, Seirus parecía mas y mas cansado cada vez, y se encontraba de un pésimo humor.
Cierto día, dijo que partiría de caza a la mañana siguiente, y que volvería quizás en una semana. No era la primera vez que sucedía, y la niña ya sabía como arreglárselas sola
domingo, 27 de marzo de 2011
Cap7.- Cenizas grises
Urruk cruzó lentamente el umbral de la casa y vió, pálida como un fantasma, a aquella muchacha, con dos niños en brazos y sentada en una silla, como esperando la muerte. Un joven de cabellos claros la acompañaba. Urruk lo reconoció al instante, era la viva imagen de su madre. Vió en sus ojos una calma fría y sangrienta, la misma que tenían las bestias cuando se sabían acorraladas y decidían pelear hasta desfallecer. Muy bien, pensó para sí Urruk, si así va a ser...
Desenvainó su espada, y dió un paso hacia el muchacho, cuando de pronto, algo veloz como un relámpago cruzó por la puerta y lo tumbó sobre el suelo de piedra. El capitán ignita, con reflejos aceitados por una vida dedicada al combate, se levantó al instante y enfrentó a su atacante: Un elfo de espalda ancha y ojos en llamas. Era Fenir Ala de Fénix.
Ambos contrincantes se trenzaron en una lucha veloz y cruda: Las furiosas y precisas embestidas de Urruk solo se comparaban con la velocidad excepcional que tenía Fenir para evadir y contraatacar. Finalmente, Urruk se vió obligado a retroceder hacia el exterior, y Fenir lo siguió, con su espada desenvainada y algunas heridas que manchaban su armadura de rojo.
Ellëne suplicó a Seirus que tomara a las criaturas y escapara, pero el joven no tuvo tiempo de responder: Bajo la lluvia que caía, apagando los fuegos que ardían por doquier y levantando densos vapores, un grito agónico se elevó hacia los cielos, como un ave que añorara por última vez el firmamento. Seirus tomó un hacha de su bolsa de cuero y salió rápidamente por la puerta. No pudo contener un grito de desesperación cuando vió a Fenir tendido sobre la hierba húmeda y roja, y a Urruk, que bastante mal herido, intentaba ponerse de pie a escasa distancia.
Seirus se lanzó sobre él, pero el ignita aún conservaba suficiente fuerza como para luchar: Desvió su ataque, haciéndolo caer pesadamente sobre el suelo. En ese momento vió a Ellëne parada en el marco de la puerta, y sin pensarlo se lanzó hacia ella. Seirus vió la figura de su madre, que ligera como una pluma, caía al suelo sin siquiera agitar la hierba a su alrededor.
El mundo se detuvo.
Suave como una brisa abrazó la tierra, sin soltar a los niños que llevaba en brazos. Urruk murmuró algunas palabras que Seirus pudo entender: "Era mi hijo"
Antes de que nadie pudiera reaccionar, zumbaron los arcos syrtianos anunciando a los soldados, que llegaban desde todas partes. Casi al mismo tiempo, como surgidos de las sombras, un grupo de ignitas, guardaespaldas de Urruk, rodearon al capitán. En medio del sangriento encuentro, en el que morían por igual elfos, humanos y moloks, Seirus alcanzó a tomar a uno de los mellizos con un brazo, y, empuñando su hacha con el otro para defenderse de los ataques enemigos, se lanzó al abrigo de la noche.
martes, 22 de marzo de 2011
Cap6.- Un asalto bajo la luna- 2da Parte
Fenir Ala de Fénix vió llegar a caballo a un mensajero, agitado y pálido. Bajó rápidamente las escaleras y notó que llevaba las insignias de un capitán. El hombre no podía articular palabra, pero no hacía falta, el general podía leer el miedo en sus ojos.
El reino entero se levantó en armas esa noche, al ritmo danzante de las lenguas de fuego que lamían las aldeas, bajo las maldiciones enemigas y la luna que contemplaba, distante, brillante, y fría, el dantesco espectáculo.
Ellëne veía en el horizonte el resplandor rojizo del incendio que devoraba a Syrtis y el peso cíclico de la historia que se repetía la abrumaba, marcaba por primera vez en su hermoso rostro las arrugas de la vejez. Así la vió Seirus en aquellos momentos: la mirada perdida y la voz lenta repitiendo un arrullo triste que no sabía por qué, pero le recordaba mucho a su niñez. En el cielo se oían tanto las voces del combate encarnizado como el estruendo de los truenos, que anunciaban la pronta lluvia. Ellëne había tomado a las dos criaturas en sus brazos, e intentaba lograr que se durmieran una vez más sin éxito. De pronto, en el marco de la puerta, se dibujó una figura a contraluz de los fuegos de la noche: Ellëne supo aún antes de verlo, que era su peor temor hecho realidad: Urruk, el capitán de la guardia ignita, había vuelto.
Cap6.- Un asalto bajo la luna- 1era Parte
El sol salió nació esa mañana de un intenso color rojo, y las tropas ignitas en formación sabían que era una buena señal: esa noche Syrtis caería. El mensajero llegó del oeste, informando que las tropas alsirias estaban en posición. Los dioses les eran favorables, no había dudas.
Esa noche, Ellëne, luego de hacer dormir a los mellizos Eren y Lorien, salió un momento de la rústica casa y se quedó largo rato contemplando las estrellas. Seirus, en el interior del hogar, guardaba en una bolsa de cuero las herramientas que usaría al día siguiente, cuando fuera a cortar leña.
Detrás de cada árbol, en las inmediaciones de la Gran muralla, los ojos rojos de los ignitas vigilaban atentamente mientras esperaban el momento adecuado para atacar: Los alsirios, del otro lado del bosque, debían darles la señal.
Fenir, en el piso superior de la Casa de los Nobles de Fisgael, miraba el horizonte y sus ojos, siempre en llamas, intentaban ver mas allá. Tenía un funesto presentimiento, todos en la ciudad dormían y ni siquiera las bestias del establo emitían sonido alguno.
La noche está expectante, se dijo. Aferró con fuerza las balaustradas de madera mientras pensaba en Ellëne.
Azzur era un joven patriota ignita, nuevo en el ejército y hambriento de batallas y glorias. Soñaba volver victorioso a Ignis con la cabeza de Ancalimón en su alforja, donde seria recibido como un héroe. Y esa noche, tenía la oportunidad de probar cuanto valía: En cuanto el cazador alsirio que se encontraba en el árbol de su derecha diera la señal, él soplaría el cuerno de guerra, y el ejército ignita entero se lanzaría a la victoria. Los dioses así lo deseaban.
Earwen se encontraba junto con el resto de las aspirantes a sanadoras en el bosque, en el lugar donde solían entrenar con Illiria durante la mayor parte del día. Dormían profundamente, y nada en el bosque, ni siquiera los grillos, respiraba siquiera.
El enano cazador de su derecha volteó repentinamente la cabeza, como sobresaltado por algún ruido. Azzur creyó que era la señal, y en el apuro por desabrochar el cuerno de su cinturón, casi lo deja caer. Sopló repetidas veces, y vió como la noche, tan serena hasta hace un momento, cobraba vida, al tiempo que los soldados ignitas, que se encargarían del primer asalto, salían de su escondites y se lanzaban blandiendo sus armas. El joven soldado del desierto sonrió satisfecho, feliz de haber cumplido con su importantísimo rol en la que sería la derrota final de Syrtis.
Cap5.- Los espías de Urruk
Seirus por su parte se desempeñaba como ayudante de herrero, oficio a través del cuál, y contra la voluntad de su madre, aprendió las artes básicas de la guerra. El anciano herrero solía contarle sobre sus viejas épocas matando hombres lobo, y las tácticas que él y sus compañeros aplicaban para emboscarlos y atraparlos, aún estando en inferioridad numérica.
Seirus poseía una cierta agilidad, heredada de su sangre élfica, que combinaba con la fuerza pura de sus ancestros ignitas. Ninguno de los elfos con los que solía entrenar era capaz de tumbarlo, ni de detenerlo cuando embestía.
Mientras tanto, algunas noticias inquietantes sobre el movimiento de los ejércitos ignitas y alsirios llegaban hasta Ulren Asir: Se sabía desde hacía tiempo que habían firmado una tregua, pero ahora los rumores apuntaban a que planeaban una invasión a Syrtis en conjunto.
Por otro lado, Urruk, el capitán ignita, había desplegado espías que llegaban hasta él cada día con valiosa información del enemigo.
Uno de ellos aseguraba haber visto a Ellëne en los alrededores de Fisgael, y otro tenía pruebas contundentes de que una escolta de cazadores syrtianos la seguían día y noche, aunque ella misma no lo supiera. Esta protección era obra sin dudas de Fenir Ala de Fénix, y resultaría, dijeron los espías al capitán, un escollo importante: Fenir era un enemigo formidable. Un último espía dijo a Urruk que Ellëne había dado a luz esa primavera a 2 mellizos, un niño y una niña.
Urruk decidió que consultaría al día siguiente a los dioses para decidir su próximo movimiento, y mientras veía caer el pesado sol del desierto tras las montañas, meditaba en la oscuridad que se extendía sin límites.
domingo, 20 de marzo de 2011
Cap4.- La familia
Fenir se quedó un tiempo más ayudando a la madre primeriza y a su pequeño, pero pronto sus deberes como general lo obligaron a abandonar la tranquilidad de Ulren Asir: La guerra recrudecía en las frías montañas del norte, de las que los alsirios bajaban con tambores, pesadas bestias de carga y maquinarias humeantes de asedio. Fenir prometió que volvería, y desapareció en el horizonte, con su brillante armadura opacando a las estrellas.
Ellëne vió a su hijo crecer, y se asombraba en descubrirle, de vez en cuando, algún gesto de su padre. Sabía por rumores que Urruk había recorrido durante mucho tiempo el amplio desierto en su búsqueda.
Al atardecer, cuando cielo se pintaba de color naranja-rojizo, Ellëne recordaba sus desventuras en Ignis y arrullaba a su hijo con su canto triste, sombra de su anterior voz primaveral.
Para cuando Fenir volvió del frente de batalla, el pequeño Seirus ya caminaba, aunque algo torpemente.
Ellëne quiso agradecerle al general lo que había hecho antes por ella y por el niño, pero las palabras se atoraron en su garganta. Al abrazarlo se dió cuenta de que había tenido mucho miedo de no volverlo a ver, y de que no quería volver a separarse de su lado.
Al cumplirse el tercer aniversario del día en que Ellëne regresara a Syrtis, Fenir, que cumplía con su rutina de guardia en Fisgael, recibió una noticia: Earwen, la primer hija suya y de su esposa Ellëne, había nacido.
Cap3.- Fenir y Seirus
Durante los siguientes 4 meses vagó por tierras desconocidas, pasando muchas penurias y viendo como poco a poco su vientre crecía, hinchado de vida. Llegó al fin a su viejo reino, y la saludaron la enorme y vieja muralla junto a la imponente reja nueva, soldada por los maestros herreros elfos. Fue escoltada hasta Ulren Asir por un general llamado "Fenir Ala de Fénix", apodado de esa manera por la cantidad de batallas a las que había sobrevivido durante su larga carrera militar. Era, además de un elfo veterano de guerra, un caballero alto y esbelto cuyos ojos irradiaban fuego y cuya armadura brillaba de noche mas que la luna llena. Al llegar a Ulren Asir, se ofreció a cuidar a la muchacha, que cada día se encontraba más limitada a causa de su estado.
Ellëne ocultó muy bien la verdadera paternidad de la criatura, puesto que conocía la ley del reino, que condenaba a la horca a cualquiera que tuviese tratos con el enemigo, sin importar la situación en que se produjeran.
Odiaba ciertamente a Urruk, pero había decidido tener a su hijo y criarlo: Era su responsabilidad y no la abandonaría.
No había vuelto a cantar desde su encierro en ignis y por más que lo deseaba, aún no había recuperado la voz. Todo lo que salía de ella era un sollozo triste que por vergüenza prefería callar.
Mientras tanto, Fenir, que era tan astuto como prudente, se había guardado bien de hacer preguntas, y solo sus ojos de fuego quizá brillaban mas de lo usual cuando contemplaba a la joven en silencio. Tal vez imaginaba mas de lo que sabía.
Finalmente, luego de tantos meses, nació un niño de sangre mestiza, mitad humano mitad elfo, que bajo la atenta y perspicaz mirada del General y el dulce arrullo de su madre, recibió el nombre de "Seirus".
Cap2.- La flor del desierto
Los soldados ignitas llegaron maltrechos y cansados hasta el refugio del desierto, seguros no obstante de haber dado un golpe fatal al reino de Syrtis: tardarían muchos años en reponerse de aquella invasión. Las fuerzas élficas ya no los perseguirían, sabían que el desierto no toleraba a los extraños. Ellëne se encontraba atada desde hacía semanas a una de las monturas de la caravana de guerreros ignitas. Urruk había encargado que se la alimentara bien, puesto que planeaba convertirla en su esposa, pero aún así, el brillo de sus ojos se había apagado como si la arena del mar de dunas los hubiera opacado para siempre.
Ya en Altaruk, Urruk y los soldados fueron recibidos como héroes de guerra, y Ellëne se vió obligada a unirse a las otras jóvenes del haren, que Urruk visitaba asiduamente. Resaltaba como una esmeralda entre las concubinas de piel morena y ojos negros, y llamaba poderosamente la atención de los nobles que transitaban por la opulenta vivienda del capitán de la guardia. Por mas que Urruk obligara frecuentemente a Ellëne a repetir aquella melodía exótica que oyera en Ulren Asir, la muchacha, fría y pálida, ya no era capaz de lograr aquellas notas mágicas, y luego de un tiempo perdió definitivamente la voz.
Una noche de luna llena, luego de que acabaran las fiestas anuales de la cosecha, Ellëne, aprovechando el estado de ebriedad que reinaba entre los guardias y en toda la ciudad, escapó de su encierro, robó un caballo y logró llegar a los pies de la gran muralla ignita. Mirándose en las aguas del mar delante suyo no lograba reconocer a la alegre muchacha que otrora sembrara los campos verdes de syrtis... algo no estaba bien, debía volver inmediatamente a su tierra. Era mas que un presentimiento, lo sentía en su estómago: era la premonición de la vida.
Pintó robarle a Tolkien
Capítulo 1.- El canto del cisne
Ellëne era una joven elfa que vivía en el pueblo de Ulren Asir. Tenía una magnífica voz que recordaba al agua fresca de las fuentes y hacía suspirar a elfos y hombres por igual. Solía cantar mientras realizaba sus tareas, ayudando a sembrar en los campos, cosiendo abrigos para los pescadores, o cocinando para los guardias del poblado.
Jamás había participado en nada que se relacionara con la guerra, por eso el miedo la paralizaba al escuchar las últimas noticias: Los ígneos, esos seres que eran descritos por los veteranos como "demonios guerreros que no conocían la piedad" y que crecían en su imaginación como monstruos sedientos de sangre, habían llegado hasta las mismas puertas del reino, arrasando los bosques a su paso a fuerza de fuego y magia.
Ellëne rezó durante días por los valientes soldados a los que ella misma había curado en alguna ocasión de sus heridas, y que ahora partían con los ojos llenos de muerte a defender la gigantesca entrada del reino.
Luego de una semana de asedio, las defensas cayeron, la enorme puerta crujió y de dobló ante los esfuerzos enemigos, y los invasores cruzaron las verdes praderas de syrtis. En Ulren Asir se libró una valiente batalla hasta el último hombre, y ambos bandos sufrieron importantísimas pérdidas. Sobre el fragor de la lucha un canto limpio, prístino y rejuvenecedor daba fuerzas a los soldados para volver al combate una y otra vez. Les recordaba a las primeras flores de la primavera, y a las bandadas de aves blancas que llegaban desde el Sur. Urruk, el capitán de la guardia ignita, siguió embelesado aquella voz hasta que encontró su origen en una muchacha, que no era otra que Ellëne, y tal vez hechizado por las imágenes que desfilaban ante sus ojos, en lugar de darle muerte, la secuestró.
Mientras tanto, la batalla se volvía cada vez mas favorable a los elfos del bosque, y las fuerzas ignitas empezaban a carecer de suministros suficientes para permanecer mas tiempo en el territorio enemigo, de manera que Urruk ordenó la retirada llevándose consigo a la joven elfa.
miércoles, 2 de marzo de 2011
Maldito Ataque!!!
Ataque de Pánico:
Los ataques de pánico no duran mucho pero son tan intensos que la persona afectada los percibe como muy prolongados. A menudo el individuo siente que está en peligro de muerte inminente y tiene una necesidad imperativa de escapar de un lugar o de una situación temida (aspecto congruente con la emoción que el sujeto está sintiendo). El hecho de no poder escapar físicamente de la situación de miedo extremo en que se encuentra el afectado acentúa sobremanera los síntomas de pánico.
Experimentar un ataque de pánico es una terrible, incómoda e intensa experiencia que suele relacionarse con que la persona restrinja su conducta, lo que puede conducir, en casos, a adoptar conductas limitativas para evitar la repetición de las crisis. El trastorno puede desembocar en agorafobia, por miedo a presentar nuevas crisis si se presenta una fuerte conducta evitativa en el afectado.
A veces el fenómeno de crísis se reproduce durante el sueño.
La edad de inicio de este tipo de trastorno (entre 18 y 25 años la mayoría de los casos (según DSM y CIE) puede hacer pensar que el problema esté relacionado con la desvinculación y la autonomía personal. Al parecer, el ataque de pánico se desencadena tanto por factores externos - como afrontar una situación que produzca intranquilidad al sujeto- como por los significados que da, en su vida emocional, la persona que experimenta esas circunstancias externas.
EN POCAS PALABRAS Y RESUMIENDO LO ANTERIOR CITADO POR LA SRA WIKIPEDIA, UN ATAQUE DE PANICO, ES UNA MIERDA QUE SE DA DE IMPROVISO Y QUE TE CAGA LA VIDA POR UN TIEMPO!!!
=(
viernes, 7 de enero de 2011
Advertencia: el siguiente texto es totalmente ficticio, es apenas algo que jamás ocurrió =)
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Te amo como no amé nunca a nadie, le dijo.
Él la miró a los ojos durante un segundo, y le contestó:
Durante la noche, no puedo dejar de ver en tus ojos el brillo de mil estrellas, mientras que durante el día me maravilla el reflejo del sol en tu pelo dorado. A veces, cuando tengo tus manos en mis manos, las siento tan suaves y frágiles como si fuera un sueño. Además, siempre fuiste conmigo simpática, amable, cariñosa...
Cada vez que discutimos puedo apreciar tu apasionado carácter, tu soberbia inteligencia y tus agudas reflexiones… puedo ver la sabiduría infinita que te guía… En todas esas ocasiones no doy crédito a mis sentidos y me parece un sueño estar al lado tuyo. Sos realmente perfecta, y de verdad nunca conocí a alguien como vos, pero no me gustás. No hay ninguna razón, simplemente no me gustás.
miércoles, 5 de enero de 2011
Del otro lado...
La puerta mágica que guarda este otro universo está al alcance de todo el mundo, más no todos tienen la perseverancia necesaria para encontrarla y aún menos se atreven a abrirla.
Sucede que como pago por los secretos que se revelan al aventurero audaz, se exige un precio brutal: quién tenga acceso a los tesoros del mundo deberá renunciar para siempre a la felicidad, acosado por los fantasmas de su propia mortalidad. El solo hecho de vislumbrar todo cuanto el mundo posee de bello despierta en el viajero la triste realidad de la condición humana, que es finita y casual.
Pero existe una esperanza, pobre dirán los menos optimistas, que consiste en acercar a otros hacia este mundo secreto, convertirse en guía para los espíritus jóvenes, ya que aunque el precio a pagar sea tan alto, un solo vistazo a lo oculto detrás de esta puerta vale tanto como la propia vida.