Earwen demostró desde muy temprana edad una asombrosa disposición innata hacia la magia, y fue pronto entregada en custodia de Illiria, jefa de sanadores del reino. Allí aprendió las bases de la conjuración, misteriosa arte que balancea las habilidades re-animadoras, invocatorias y regenerativas. En pocos años se encontró a sí misma prestando servicios a las órdenes del mismísimo Ancalimón, que, en atención a su corta edad, le confiaba asuntos importantes, pero de bajo riesgo.
Seirus por su parte se desempeñaba como ayudante de herrero, oficio a través del cuál, y contra la voluntad de su madre, aprendió las artes básicas de la guerra. El anciano herrero solía contarle sobre sus viejas épocas matando hombres lobo, y las tácticas que él y sus compañeros aplicaban para emboscarlos y atraparlos, aún estando en inferioridad numérica.
Seirus poseía una cierta agilidad, heredada de su sangre élfica, que combinaba con la fuerza pura de sus ancestros ignitas. Ninguno de los elfos con los que solía entrenar era capaz de tumbarlo, ni de detenerlo cuando embestía.
Mientras tanto, algunas noticias inquietantes sobre el movimiento de los ejércitos ignitas y alsirios llegaban hasta Ulren Asir: Se sabía desde hacía tiempo que habían firmado una tregua, pero ahora los rumores apuntaban a que planeaban una invasión a Syrtis en conjunto.
Por otro lado, Urruk, el capitán ignita, había desplegado espías que llegaban hasta él cada día con valiosa información del enemigo.
Uno de ellos aseguraba haber visto a Ellëne en los alrededores de Fisgael, y otro tenía pruebas contundentes de que una escolta de cazadores syrtianos la seguían día y noche, aunque ella misma no lo supiera. Esta protección era obra sin dudas de Fenir Ala de Fénix, y resultaría, dijeron los espías al capitán, un escollo importante: Fenir era un enemigo formidable. Un último espía dijo a Urruk que Ellëne había dado a luz esa primavera a 2 mellizos, un niño y una niña.
Urruk decidió que consultaría al día siguiente a los dioses para decidir su próximo movimiento, y mientras veía caer el pesado sol del desierto tras las montañas, meditaba en la oscuridad que se extendía sin límites.
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