Cap8.- El latido negro- Primera parte
La niña se encontraba en los alrededores de la cabaña, jugando. Por la mañana, desobedeciendo a su hermano, había ido hasta el corazón mismo del bosque y no había sentido miedo. "No había nada interesante a fin de cuentas" pensaba mientras acariciaba a Shyl, la cría de lobo que su hermano le había regalado para su cumpleaños.
De pronto, cargando algunas ramas gruesas, emergió del bosque. "Hola Sei!" saludó Eren.
Llevaba, atada a su espalda, la piel de un león. Pensaba hacer de ella un abrigo para la pequeña, qué, con suerte, le duraría un par de años si no crecía mucho.
Todos los días al despuntar el alba, Seirus partía con su hacha (Eren la describía como enoooorme, e intentaba a menudo levantarla con los dos brazos, sin éxito) al misterio del bosque, y volvía al anochecer con comida, madera, y muchas veces, pieles para hacer abrigos.
Los inviernos allí eran muy duros, y la provisión de madera recogida durante toda la estación cálida podía acabarse en las pocas semanas en las que nevaba.
Mientras tanto, Eren pasaba todo el día sola (aunque ahora, decía, tengo a Shyl para que me cuide) explorando el bosque. A su corta edad, lo conocía tan bien que le era imposible perderse: conocía cada árbol y cada sonido. Sabía reconocer el cambio en el canto de las aves si se acercaba algún oso, podía sentir la llegada de la lluvia horas antes de que ocurriera, y tenía un sexto sentido, tal vez como herencia de su sangre élfica, para el peligro.
Normalmente, todos los lugares por los que transitaba mientras jugaba bullían de vida, ya fuera en las copas de los árboles o bajo tierra. Pero el centro del bosque, que según su hermano era peligroso, le había parecido tristemente aburrido. Nada habitaba allí, ni pájaros ni bestias, y era muy oscuro y húmedo. No la había impresionado demasiado.
Esa noche, mientras cenaban, pensó en contárselo a Seirus, pero algo en su rostro le llamaba la atención: Estaba un poco sombrío, y casi no habían hablado desde la mañana. Normalmente él le contaba alguna historia de cuando vivía en Syrtis, para hacerla dormir, esa noche, sin embargo, no hubo cuentos, y tampoco los hubo durante las noches siguientes.
Al mismo tiempo, Seirus parecía mas y mas cansado cada vez, y se encontraba de un pésimo humor.
Cierto día, dijo que partiría de caza a la mañana siguiente, y que volvería quizás en una semana. No era la primera vez que sucedía, y la niña ya sabía como arreglárselas sola
martes, 29 de marzo de 2011
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