Cap6.- Un asalto bajo la luna- 1era Parte
El sol salió nació esa mañana de un intenso color rojo, y las tropas ignitas en formación sabían que era una buena señal: esa noche Syrtis caería. El mensajero llegó del oeste, informando que las tropas alsirias estaban en posición. Los dioses les eran favorables, no había dudas.
Esa noche, Ellëne, luego de hacer dormir a los mellizos Eren y Lorien, salió un momento de la rústica casa y se quedó largo rato contemplando las estrellas. Seirus, en el interior del hogar, guardaba en una bolsa de cuero las herramientas que usaría al día siguiente, cuando fuera a cortar leña.
Detrás de cada árbol, en las inmediaciones de la Gran muralla, los ojos rojos de los ignitas vigilaban atentamente mientras esperaban el momento adecuado para atacar: Los alsirios, del otro lado del bosque, debían darles la señal.
Fenir, en el piso superior de la Casa de los Nobles de Fisgael, miraba el horizonte y sus ojos, siempre en llamas, intentaban ver mas allá. Tenía un funesto presentimiento, todos en la ciudad dormían y ni siquiera las bestias del establo emitían sonido alguno.
La noche está expectante, se dijo. Aferró con fuerza las balaustradas de madera mientras pensaba en Ellëne.
Azzur era un joven patriota ignita, nuevo en el ejército y hambriento de batallas y glorias. Soñaba volver victorioso a Ignis con la cabeza de Ancalimón en su alforja, donde seria recibido como un héroe. Y esa noche, tenía la oportunidad de probar cuanto valía: En cuanto el cazador alsirio que se encontraba en el árbol de su derecha diera la señal, él soplaría el cuerno de guerra, y el ejército ignita entero se lanzaría a la victoria. Los dioses así lo deseaban.
Earwen se encontraba junto con el resto de las aspirantes a sanadoras en el bosque, en el lugar donde solían entrenar con Illiria durante la mayor parte del día. Dormían profundamente, y nada en el bosque, ni siquiera los grillos, respiraba siquiera.
El enano cazador de su derecha volteó repentinamente la cabeza, como sobresaltado por algún ruido. Azzur creyó que era la señal, y en el apuro por desabrochar el cuerno de su cinturón, casi lo deja caer. Sopló repetidas veces, y vió como la noche, tan serena hasta hace un momento, cobraba vida, al tiempo que los soldados ignitas, que se encargarían del primer asalto, salían de su escondites y se lanzaban blandiendo sus armas. El joven soldado del desierto sonrió satisfecho, feliz de haber cumplido con su importantísimo rol en la que sería la derrota final de Syrtis.
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