_El destino de la vida es trágico, me dijo. Es trágico por su misma naturaleza finita. La vida está condenada a terminarse.
Una pequeña nube se formó delante de sus ojos, y no se movió de allí nunca más.
Sus ojos se volvieron un poco mas tristes, y a la vez un poco mas sabios.
En cuando a mi, la quise mas que nunca, porque madurando este pensamiento crecía, y se volvía una persona mas interesante y atrayente.
_No se puede permanecer indiferente ante la muerte, que no ocurre una sola vez al final de nuestros días, sino que nos espera siempre, en cada día que termina, en cada amistad que cubren la rutina y el olvido, y en todo lo que ya no es.
_"Todo lo perdemos y todo nos perderá", me recitaba a Machado.
Yo entendía el abismo que poco a poco se abría en su pecho, más y más profundo cada vez. Es un espacio vacío que abre el despertar de la conciencia y que apenas logra llenar el arte, mero remiendo a semejante herida.
_Aunque sepamos de antemano que todo se termina, no hay razón para que empezar nos asuste: El secreto está en saber dejar ir cuando el momento llega, le dije yo.
Si al ser humano le está prohibido aspirar a la eternidad, al menos le está permitido disfrutar de lo efímero. Esta es nuestra única esperanza. Nunca te prives de querer, que la nube de la pérdida que anida en tu mirada solo se puede curar con amor.
Tal vez ella no me entendiera en ese momento, pero me lo agradeció sinceramente con sus ojos, ahora un poco menos tristes.
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