martes, 13 de marzo de 2018

Entrevista a un prestigioso economista

_Buenas noches, sean bienvenidos a nuestro programa, "El hoyo económico". Tenemos esta noche a un invitado especial, el señor Carlos Pichigaratunder, el economista mas famoso de los últimos tiempos. Bienvenido.
_Muchas gracias, es un honor poder estar acá esta noche.
_El honor es nuestro, Sr Pichi. La primera pregunta, elegida entre el público, es la siguiente: ¿Qué relación encuentra usted entre las tasas y la economía sobre los sectores mas carenciados?
_Bueno, principalmente, yo considero que cuando una tasa se derrama, alguien sale quemado y puteando. En el caso de la economía, es como si fuera una gran tasa de Chubacca de chocolate caliente... a todos nos gusta Chubacca, pero a nadie le gusta que le vuelquen un submarino encima. 
_Ajá. Y que me puede decir de los sectores empresariales que aprietan fuertemente a...
_Me tienen los huevos hinchados.
_Entonces, usted sería capaz de explicarme el éxito, mas bien el fenómeno del bono?
_U2 siempre fue una gran banda, y yo desde joven que escucho su música. Los jóvenes deben seguir sus corazonadas siempre, tanto en economía como en la música, se entiende?
_Perfectamente. Usted cree que las repercusiones de la suba del dólar en el contexto del convenio por los impuestos federales de 3ra categoría puede influir en la presión tributaria total con respecto al dividendo del PBI?
_No
_Gracias por aclararselo a nuestro público. Cuanto crecerá el interés en los bancos este trimestre?
_No creo que haya ningún interés en los bancos, porque tenemos el mundial en un par de meses. Es decir, para no caer en retóricas vacías, a la gente le importa un carajo.
_Que opina del ex-ministro?
_Mire, le voy a resumir en una palabra lo que me parecieron sus medidas: desastre. Es decir, estoy muy conforme, recompuso el tejido social y supo hilvanar sus ideas, gracias a él nos pudimos poner los pantalones largos.
_Una última pregunta: Considerando el rumbo actual del país, ¿qué actividad económica, que industria cree que va a convertirse en la mas rentable de acá a los próximos 10 años?
_Ataúdes     
_Una vez más, muchas gracias, señor Puchi, Sr. Pichirichi ehh... Sr Carlos!

martes, 29 de marzo de 2011

Cap8.- El latido negro- 2da parte

Cap8.- El latido negro- 2da parte

Pasaron diez días desde que Eren se quedara sola aquella primavera. Tenía menos tiempo para jugar con Shyl porque debía procurarse su propio alimento ahora que su hemano no estaba. No obstante, tenía un sistema de trampas para cazar que no fallaba jamás.

Un mes entero, y la niña empezó a preocuparse, porque si bien su hermano había tenido períodos de ausencia antes, jamás se habían extendido tanto. Por otro lado, la temporada fría se acercaba rápidamente y prácticamente no quedaba nada de leña. Eren juntaba ramas en el bosque, pero no tenía fuerza suficiente para talar un árbol como hacía su hermano.

Una tarde, luego de cazar, decidió visitar nuevamente el centro del bosque, con la esperanza de matar un poco el aburrimiento. Antes de llegar, percibió algo: una vibración en la tierra, que iba creciendo conforme ella se acercaba. Prudente, fue avanzando de a poco, escondiéndose entre los árboles y haciendo el menor ruido posible. Algo oscuro y enorme dormitaba ahí delante. Aún ante la escasa luz que se filtraba por el denso follaje se podía ver... era tan grande como la cabaña, pensó Eren.

No le pareció hostil, sin embargo, de manera que se acercó hasta casi poder tocarlo. Era alguna criatura increíblemente antigua, alada, y negra como la noche. Su pecho se inflaba y desinflaba al ritmo del latido que hacía vibrar el suelo. Shyl, la loba, temblaba en sus brazos. Eren estiró el brazo y acarició la lisa y áspera piel de la criatura, que abrió rápidamente los ojos, verdes y enormes. La niña no retrocedió mas que para dar lugar a la bestia que se erguía eternamente, hasta tapar las copas de los árboles con su inmenso cuerpo. El latido se hizo mas veloz, y finalmente el monstruo desplegó sus enormes alas y levantó el vuelo, agitando los árboles y arrancando algunas ramas.

Eren estaba muy emocionada por su descubrimiento esa noche mientras cenaba en la cabaña, y decidió que volvería al día siguiente. Dejó sobre la mesa un montón de agujas de pino para Seirus, de las que solo crecían en el corazón del bosque, para que si por ventura volvía, supiera adonde había ido ella. Pero Seirus no regresó, y Eren pasaba mucho tiempo en el centro de la espesura, dónde lo único que rompía el silencio era el latido rítmico de la bestia.

La niña había descubierto, además, que mientras el resto del bosque mudaba su color verdoso por el amarillo amarronado, el centro permanecía húmedo y cálido. Decidió que pasaría allí el invierno de ser necesario. El enorme animal negro dormía la mayor parte del tiempo, pero a veces despertaba como acechado por el hambre y levantaba vuelo sin previo aviso. Eren lo había observado también cazar, silencioso y veloz, cosa que resultaba sorprendente dado su gran tamaño. De alguna manera, no agitaba siquiera las hojas al moverse, y se fundía con las sombras hasta el momento de atacar.
El animal, al que Eren había bautizado "Vesper" recordando una de las historias de las que su hermano le contaba, rara vez reparaba en la niña.

Para cuando llegó nuevamente la primavera, Eren se había acostumbrado tanto a la semi-penumbra de su refugio en el centro del bosque que decidió que no volvería a la cabaña: Imploró a los dioses, sin embargo, que su hermano se encontrara bien, donde fuera que estuviera.

Cap8.- El latido negro- Primera parte

Cap8.- El latido negro- Primera parte

La niña se encontraba en los alrededores de la cabaña, jugando. Por la mañana, desobedeciendo a su hermano, había ido hasta el corazón mismo del bosque y no había sentido miedo. "No había nada interesante a fin de cuentas" pensaba mientras acariciaba a Shyl, la cría de lobo que su hermano le había regalado para su cumpleaños.
De pronto, cargando algunas ramas gruesas, emergió del bosque. "Hola Sei!" saludó Eren.
Llevaba, atada a su espalda, la piel de un león. Pensaba hacer de ella un abrigo para la pequeña, qué, con suerte, le duraría un par de años si no crecía mucho.

Todos los días al despuntar el alba, Seirus partía con su hacha (Eren la describía como enoooorme, e intentaba a menudo levantarla con los dos brazos, sin éxito) al misterio del bosque, y volvía al anochecer con comida, madera, y muchas veces, pieles para hacer abrigos.
Los inviernos allí eran muy duros, y la provisión de madera recogida durante toda la estación cálida podía acabarse en las pocas semanas en las que nevaba.

Mientras tanto, Eren pasaba todo el día sola (aunque ahora, decía, tengo a Shyl para que me cuide) explorando el bosque. A su corta edad, lo conocía tan bien que le era imposible perderse: conocía cada árbol y cada sonido. Sabía reconocer el cambio en el canto de las aves si se acercaba algún oso, podía sentir la llegada de la lluvia horas antes de que ocurriera, y tenía un sexto sentido, tal vez como herencia de su sangre élfica, para el peligro.

Normalmente, todos los lugares por los que transitaba mientras jugaba bullían de vida, ya fuera en las copas de los árboles o bajo tierra. Pero el centro del bosque, que según su hermano era peligroso, le había parecido tristemente aburrido. Nada habitaba allí, ni pájaros ni bestias, y era muy oscuro y húmedo. No la había impresionado demasiado.
Esa noche, mientras cenaban, pensó en contárselo a Seirus, pero algo en su rostro le llamaba la atención: Estaba un poco sombrío, y casi no habían hablado desde la mañana. Normalmente él le contaba alguna historia de cuando vivía en Syrtis, para hacerla dormir, esa noche, sin embargo, no hubo cuentos, y tampoco los hubo durante las noches siguientes.
Al mismo tiempo, Seirus parecía mas y mas cansado cada vez, y se encontraba de un pésimo humor.

Cierto día, dijo que partiría de caza a la mañana siguiente, y que volvería quizás en una semana. No era la primera vez que sucedía, y la niña ya sabía como arreglárselas sola

domingo, 27 de marzo de 2011

Cap7.- Cenizas grises

Cap7.- Cenizas Grises

Urruk cruzó lentamente el umbral de la casa y vió, pálida como un fantasma, a aquella muchacha, con dos niños en brazos y sentada en una silla, como esperando la muerte. Un joven de cabellos claros la acompañaba. Urruk lo reconoció al instante, era la viva imagen de su madre. Vió en sus ojos una calma fría y sangrienta, la misma que tenían las bestias cuando se sabían acorraladas y decidían pelear hasta desfallecer. Muy bien, pensó para sí Urruk, si así va a ser...

Desenvainó su espada, y dió un paso hacia el muchacho, cuando de pronto, algo veloz como un relámpago cruzó por la puerta y lo tumbó sobre el suelo de piedra. El capitán ignita, con reflejos aceitados por una vida dedicada al combate, se levantó al instante y enfrentó a su atacante: Un elfo de espalda ancha y ojos en llamas. Era Fenir Ala de Fénix.

Ambos contrincantes se trenzaron en una lucha veloz y cruda: Las furiosas y precisas embestidas de Urruk solo se comparaban con la velocidad excepcional que tenía Fenir para evadir y contraatacar. Finalmente, Urruk se vió obligado a retroceder hacia el exterior, y Fenir lo siguió, con su espada desenvainada y algunas heridas que manchaban su armadura de rojo.

Ellëne suplicó a Seirus que tomara a las criaturas y escapara, pero el joven no tuvo tiempo de responder: Bajo la lluvia que caía, apagando los fuegos que ardían por doquier y levantando densos vapores, un grito agónico se elevó hacia los cielos, como un ave que añorara por última vez el firmamento. Seirus tomó un hacha de su bolsa de cuero y salió rápidamente por la puerta. No pudo contener un grito de desesperación cuando vió a Fenir tendido sobre la hierba húmeda y roja, y a Urruk, que bastante mal herido, intentaba ponerse de pie a escasa distancia.

Seirus se lanzó sobre él, pero el ignita aún conservaba suficiente fuerza como para luchar: Desvió su ataque, haciéndolo caer pesadamente sobre el suelo. En ese momento vió a Ellëne parada en el marco de la puerta, y sin pensarlo se lanzó hacia ella. Seirus vió la figura de su madre, que ligera como una pluma, caía al suelo sin siquiera agitar la hierba a su alrededor.
El mundo se detuvo.
Suave como una brisa abrazó la tierra, sin soltar a los niños que llevaba en brazos. Urruk murmuró algunas palabras que Seirus pudo entender: "Era mi hijo"

Antes de que nadie pudiera reaccionar, zumbaron los arcos syrtianos anunciando a los soldados, que llegaban desde todas partes. Casi al mismo tiempo, como surgidos de las sombras, un grupo de ignitas, guardaespaldas de Urruk, rodearon al capitán. En medio del sangriento encuentro, en el que morían por igual elfos, humanos y moloks, Seirus alcanzó a tomar a uno de los mellizos con un brazo, y, empuñando su hacha con el otro para defenderse de los ataques enemigos, se lanzó al abrigo de la noche.

martes, 22 de marzo de 2011

Cap6.- Un asalto bajo la luna- 2da Parte

Los soldados de la muralla, al oír el sonido del cuerno habían dado la alarma, y los vigías habían divisado pronto en el horizonte la maquinaria de guerra alsiria, que avanzaba tortuosa pero inexorablemente por el bosque. Se trataba de armas de asedio capaces de destruir la enorme puerta en cuestión de minutos. Uno de los capitanes entendió la situación rápidamente: Si el enemigo hubiera tardado mas tiempo en mostrarse, seguramente la Gran Puerta habría caído y habría sido el fin del reino. Pero en cambio tenían aún tiempo de frenarla si actuaban con rapidez... El capitán repartió órdenes entre sus soldados y montó a caballo, con rumbo a Fisgael.

Fenir Ala de Fénix vió llegar a caballo a un mensajero, agitado y pálido. Bajó rápidamente las escaleras y notó que llevaba las insignias de un capitán. El hombre no podía articular palabra, pero no hacía falta, el general podía leer el miedo en sus ojos.

El reino entero se levantó en armas esa noche, al ritmo danzante de las lenguas de fuego que lamían las aldeas, bajo las maldiciones enemigas y la luna que contemplaba, distante, brillante, y fría, el dantesco espectáculo.

Ellëne veía en el horizonte el resplandor rojizo del incendio que devoraba a Syrtis y el peso cíclico de la historia que se repetía la abrumaba, marcaba por primera vez en su hermoso rostro las arrugas de la vejez. Así la vió Seirus en aquellos momentos: la mirada perdida y la voz lenta repitiendo un arrullo triste que no sabía por qué, pero le recordaba mucho a su niñez. En el cielo se oían tanto las voces del combate encarnizado como el estruendo de los truenos, que anunciaban la pronta lluvia. Ellëne había tomado a las dos criaturas en sus brazos, e intentaba lograr que se durmieran una vez más sin éxito. De pronto, en el marco de la puerta, se dibujó una figura a contraluz de los fuegos de la noche: Ellëne supo aún antes de verlo, que era su peor temor hecho realidad: Urruk, el capitán de la guardia ignita, había vuelto.

Cap6.- Un asalto bajo la luna- 1era Parte

Cap6.- Un asalto bajo la luna- 1era Parte

El sol salió nació esa mañana de un intenso color rojo, y las tropas ignitas en formación sabían que era una buena señal: esa noche Syrtis caería. El mensajero llegó del oeste, informando que las tropas alsirias estaban en posición. Los dioses les eran favorables, no había dudas.

Esa noche, Ellëne, luego de hacer dormir a los mellizos Eren y Lorien, salió un momento de la rústica casa y se quedó largo rato contemplando las estrellas. Seirus, en el interior del hogar, guardaba en una bolsa de cuero las herramientas que usaría al día siguiente, cuando fuera a cortar leña.

Detrás de cada árbol, en las inmediaciones de la Gran muralla, los ojos rojos de los ignitas vigilaban atentamente mientras esperaban el momento adecuado para atacar: Los alsirios, del otro lado del bosque, debían darles la señal.

Fenir, en el piso superior de la Casa de los Nobles de Fisgael, miraba el horizonte y sus ojos, siempre en llamas, intentaban ver mas allá. Tenía un funesto presentimiento, todos en la ciudad dormían y ni siquiera las bestias del establo emitían sonido alguno.
La noche está expectante, se dijo. Aferró con fuerza las balaustradas de madera mientras pensaba en Ellëne.

Azzur era un joven patriota ignita, nuevo en el ejército y hambriento de batallas y glorias. Soñaba volver victorioso a Ignis con la cabeza de Ancalimón en su alforja, donde seria recibido como un héroe. Y esa noche, tenía la oportunidad de probar cuanto valía: En cuanto el cazador alsirio que se encontraba en el árbol de su derecha diera la señal, él soplaría el cuerno de guerra, y el ejército ignita entero se lanzaría a la victoria. Los dioses así lo deseaban.

Earwen se encontraba junto con el resto de las aspirantes a sanadoras en el bosque, en el lugar donde solían entrenar con Illiria durante la mayor parte del día. Dormían profundamente, y nada en el bosque, ni siquiera los grillos, respiraba siquiera.

El enano cazador de su derecha volteó repentinamente la cabeza, como sobresaltado por algún ruido. Azzur creyó que era la señal, y en el apuro por desabrochar el cuerno de su cinturón, casi lo deja caer. Sopló repetidas veces, y vió como la noche, tan serena hasta hace un momento, cobraba vida, al tiempo que los soldados ignitas, que se encargarían del primer asalto, salían de su escondites y se lanzaban blandiendo sus armas. El joven soldado del desierto sonrió satisfecho, feliz de haber cumplido con su importantísimo rol en la que sería la derrota final de Syrtis.

Cap5.- Los espías de Urruk

Earwen demostró desde muy temprana edad una asombrosa disposición innata hacia la magia, y fue pronto entregada en custodia de Illiria, jefa de sanadores del reino. Allí aprendió las bases de la conjuración, misteriosa arte que balancea las habilidades re-animadoras, invocatorias y regenerativas. En pocos años se encontró a sí misma prestando servicios a las órdenes del mismísimo Ancalimón, que, en atención a su corta edad, le confiaba asuntos importantes, pero de bajo riesgo.

Seirus por su parte se desempeñaba como ayudante de herrero, oficio a través del cuál, y contra la voluntad de su madre, aprendió las artes básicas de la guerra. El anciano herrero solía contarle sobre sus viejas épocas matando hombres lobo, y las tácticas que él y sus compañeros aplicaban para emboscarlos y atraparlos, aún estando en inferioridad numérica.
Seirus poseía una cierta agilidad, heredada de su sangre élfica, que combinaba con la fuerza pura de sus ancestros ignitas. Ninguno de los elfos con los que solía entrenar era capaz de tumbarlo, ni de detenerlo cuando embestía.

Mientras tanto, algunas noticias inquietantes sobre el movimiento de los ejércitos ignitas y alsirios llegaban hasta Ulren Asir: Se sabía desde hacía tiempo que habían firmado una tregua, pero ahora los rumores apuntaban a que planeaban una invasión a Syrtis en conjunto.
Por otro lado, Urruk, el capitán ignita, había desplegado espías que llegaban hasta él cada día con valiosa información del enemigo.
Uno de ellos aseguraba haber visto a Ellëne en los alrededores de Fisgael, y otro tenía pruebas contundentes de que una escolta de cazadores syrtianos la seguían día y noche, aunque ella misma no lo supiera. Esta protección era obra sin dudas de Fenir Ala de Fénix, y resultaría, dijeron los espías al capitán, un escollo importante: Fenir era un enemigo formidable. Un último espía dijo a Urruk que Ellëne había dado a luz esa primavera a 2 mellizos, un niño y una niña.

Urruk decidió que consultaría al día siguiente a los dioses para decidir su próximo movimiento, y mientras veía caer el pesado sol del desierto tras las montañas, meditaba en la oscuridad que se extendía sin límites.